Moscosa tiene un montón de sitios especiales, rincones con encanto los llamo yo, me gusta ir allí de vez en cuando, sentarme en una piedra y mirar alrededor. Tienes la sensación de estar en un sitio mágico, y dan ganas de plantar la tienda y quedarte. Estas fotos las tomé ayer en uno de ellos. No hacen justicia del sitio, una naviza orientada al suroeste, cerrada por el norte y sureste por grandes bloques de granito. En ella crece uno de los poquitos quejigos que hay en Moscosa, el de la foto de arriba, ya sin hojas, y al otro lado, enfrente, un montón de endrinos, tampoco muy abundantes, sólo los hay en tres lugares. Algunas matas de rusco creciendo entre peñas, y unos robles preciosos ahora en otoño. La encina de abajo saliendo de entre las peñas y las moles de granito cerrándolo todo y protegiéndolo. Inclujso de las miradas, porque un camino pasa cerca desde el que no se ve nada, ni siquiera se adivina lo que allí se encierra. Es una nava muy cerrada, y realmente preciosa.
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