martes, 11 de noviembre de 2008

Otro de mis jobis






No todo va a ser jardín, de vez en cuando pinto piedras. Las pequeñas tienen un montón de años, más de quince. Son piedras de playa, de cuando vivía en Alicante y nos bañábamos en la de Villajoyosa, de piedras y no de arena. A mí la playa me aburría bastante, así que una vez que mis hijos fueron un poquito mayores y ya no necesitaban tanta atención, dedicaba el tiempo playero a recoger piedras. No sabía qué hacer con ellas hasta que se me ocurrió pintarlas. Al principio pequeñitas, meramente decorativas, luego más grandes, de pisapapeles, buscando una utilidad. Habré pintado unas cincuenta, quizás más, todas diferentes, aunque en casa no conserve mas de quince, las demás han ido quedando por el camino sujetando los papeles de los amigos. La más grande la de mi amiga Marisa, un pedrusco con el que tropezarse en el suelo. Ahora las recojo en el río, que lo frecuento más. Tienen la superficie menosa suave que las de playa, y son más oscuras, pero son de tamaño más grande. Las mejores las recojo en las graveras del río Cinca en Grado, cuando mi marido, aficionado a la pesca de cola de rata, pesca en el intensivo los miércoles. Este verano vine cargada con muchos kilos de piedras, para entretener las largas noches de varios inviernos.

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