miércoles, 9 de enero de 2008

Paseando por el jardín


Hoy salió el sol un rato a mediodía y aproveché para echar un vistazo al jardín, al que últimamente tengo poco menos que olvidado. Tuve que arrancar varias zarceras ya creciditas, escapadas al arranque de este verano, y sorpresa! descubrí una planta de eleagnus recién nacida, con sólo dos hojas, pero inconfundible. Me apresté a trasplantarla a un tiesto, y para el otoño próximo le buscaré su sitio definitivo en el jardín. Me encanta llevarme este tipo de sorpresas, cada día más frecuentes y es que mi jardín ha cumplido ya diez años, el tiempo suficiente para que muchos arbustos, a pesar de las podas, tengan frutos, con sus correspondientes semillas y éstas al caer en un buen suelo, nazcan por todas partes. Ahora mismo tengo en tiestos unas diez plantas nacidas así. Es una forma fácil de obtener plantas sin pasar ya por el vivero. Eso sin contar las que echan raíces por acodo, en las ramas que tocan el suelo. Tengo varios boneteros obtenidos por éste método. En fin, que poco a poco voy ampliando el jardín sin coste alguno. Claro que también tiene el lado negativo de las invasoras. Por ejem. la clematis vitalva que me traje del Pirineo. Nace por todas partes y hay que ver las que arranco al cabo del año. Los pensamientos nacen en los sitios más insospechados, además creo que se han hibridado con una especie que crece silvestre aquí, de flor minúscula y en primavera tapizan todo. Las amapolas de california también nacen donde quieren, se lo perdono por las flores tan bonitas que tienen y que tanto alegran el verano.

lunes, 7 de enero de 2008

Los festivos me machacan

Y no precisamente por andar de fiesta. Que a mí la fiesta me la dan mis bichos, o sea vaquitas y cerditos. Y éstos hoy se han pasao. Porque hacía mucho que no estaba yo tan reventada como lo estoy hoy. Y es que empezamos a las ocho a encerrar en chiqueros los cerdos que se cargarían más tarde, camino del matadero. Y primera sorpresa de la mañana. En un corral donde se supone que antesdeanoche encerramos once, sólo había seis. Cinco cerditos que se olieron la tostada habían desaparecido. Sólo cabía una opción. Habían saltado la pared de piedra que por el este cierra el corral y que es divisoria con la finca de al lado . No era plan de ponerse a buscar a esas horas y con el camión a la puerta. Así que lo dejé para más tarde. Después de cargar los cebones de bellota, visita a los que aún siguen en montanera, para que el comprador los viera. Pues iba a ser que no, que hoy no estaban para visitas. Después de recorrer por enésima vez el cercado se llegó a la conclusión de que estaban desaparecidos. Llamada a la finca del otro lado, la del oeste, por si eran ellos los que andaban de visita por allí. Y efectivamente, de visita andaban ellos. Así que , ala, a buscarlos y a cerrar bien el portillo del regato por el que se habían salido. Y oh sorpresa, contando cuando salían en fila conté cinco cerdos más de la cuenta. Justito los que me faltaron antes. Mejor no darle vueltas de cómo llegaron hasta allí. Sólo que entre caminatas y disgustos hoy han podido conmigo. Los muy cochinos!