viernes, 22 de junio de 2007

domingo, 17 de junio de 2007

Rosas y más rosas


16 de Junio y lleva todo el día lloviendo. Lloviendo de invernizo, nada de tormentas como las pasadas semanas. Me faltaba por conocer un junio lluvioso y aquí está, para que un día se lo pueda contar a mis nietos. Lo siento por la cantidad de gente que tiene todo el forraje y la hierba segados. Quienes han empacado aún se salvan, aunque yo en su lugar estaría comiéndome por dentro. Nosotros tenemos encerrado todo lo segado en la nave. Queda por segar la hierba, habrá que esperar a que el tiempo se normalice.
Y en mi jardín lo siento por las rosas, que están en su apogeo, incluso los híbridos de té, que normalmente florecen más en Septiembre que en primavera. De hecho es el primer año que están tan esplendorosas. El agua de hoy las habrá fastidiado. Cuando llegan estas fechas me arrepiento de no tener plantados más rosales. Claro que cuando es la fecha de podarlos pienso que son suficientes. Lo que tengo claro es que si no existieran rosas habría que inventarlas, si inventar flores se pudiera! Porque las hay para todos los gustos y personas. Cada cual puede elegir la que más se adapte a su personalidad y temperamento. Los híbridos de té tienen flores hermosas, casi perfectas, pero me resultan frías, la personificación de la altivez. Las rosas antiguas, y las inglesas, resultan aristocráticas, parecen cercanas, pero te acercas a ellas con reverencia. Las silvestres de flores simples encarnan como ninguna la candidez infantil, son sencillas pero no menos hermosas.
A mí me encantan las rosas amarillas. Son la personificación del atrevimiento, y de la contradicción, cómo se puede ser rosa y no tener ni mota de ese color? Tengo grabado el recuerdo de un rosal amarillo que había en el jardín de la casa de una amiga de la infancia. No sé si seguirá allí. Pero en Ledesma hay uno, junto a una casa no habitada desde hace tiempo, de flores pequeñas agrupadas en racimos, cuya sola visión me impresiona.
Hace dos años arranqué unos tallos con raíz y los tengo en mi jardín. Los rosales más hermosos que conozco no suelen estar a la venta en los viveros, así que hay que aprovechar cuando se puede para coger unos tallos. Otro de los rosales más bonitos que tengo está ahí por casualidad. Planté un trepador Krysler Imperial, y al segundo año, un caballo, Nube, entró en mi jardín y no sólo se lo comió, además lo arrancó. Pero justo al año siguiente en el mismo sitio creció un rosal que nada tenía que ver con el anterior. He supuesto que quedaron raíces del Krysler, pero lógicamente del patrón sobre el que estaba injertado, y éste es el que ha crecido, pero tiene unas flores dobles, de un rosa muy tenue pero de un perfume exquisito, que han conseguido que le perdone a Nube el desaguisado que me montó. Es lo bonito de un jardín, que cada planta tiene su historia.

viernes, 15 de junio de 2007

Están las rosas en pleno apogeo



Éstas son de mi jardín, aunque la blanca es silvestre, rosa canina. La otra, seguramente una especie, la cogí en el jardín abandonado de la abadía de Sieste, en Boltaña, Pirineo Aragonés. Tiene un olor increíble, y aunque la flor no dura más allá de un día merece la pena tenerla. Me trae recuerdos de cuando era pequeña y jugábamos al escondite en la cortina de Maestre, colindante a la casa de mi abuela, en Villoria, había un montón de rosales como éste, tengo su olor grabado en mi memoria. No soy la única, hasta mi madre me ha pedido que la coja unas plantas y se las lleve a su jardín.

martes, 12 de junio de 2007

La venganza de las zarzas

A medida que he ampliado mi jardín he tenido que luchar contra las zarzas que todo lo invaden y que me rodean por todas partes. Al principio las arrancaba de raíz, lo que supone un gran esfuerzo, por el agujero tan enorme que hay que hacer, ya que en cuanto dejas una pequeña raíz, al cabo del tiempo vuelven a brotar. Cansada de tanto esfuerzo ahora me limito a segarlas y en los nuevos brotes, herbiciada de contacto, operación que hay que repetir numerosas veces hasta que crees que mueren, lo cual aún está por ver. No es que me guste mucho, pero es más cómodo. Es una lucha a muerte la que mantengo con las zarzas. Y mira que están buenas las moras en Septiembre, y no digamos la mermelada de mora! Es la única de las mermeladas que hago que gusta a todos, bueno la de castaña también. Pero no importa, cada cual tiene su sitio, y en mi jardín no lo hay para las zarzamoras. Hasta ahora he conseguido mantenerlas a raya, pero este año no sé si me ganarán la partida. Han tenido como aliados a los numerosos pájaros que anidan en mi jardín y a los que les gusta tanto las moras como a mí, de tal forma que no debe haber ni un céntimetro cuadrado que no contenga una diminuta semilla de zarza. El final de primavera lluvioso que hemos tenido las ha hecho germinar, y en estos momentos sufro la mayor invasión de zarzas que uno pueda imaginar. Llevo días intentando arrancarlas todas antes de que crezcan y se agarren a la tierra y sobre todo antes de que me vea obligada a regar con el goteo. Porque sin humedad morirían enseguida, pero con el magnífico riego que he montado, puedo tener montada, en realidad, una catástrofe.
Vamos, que si mañana me voy de viaje y vuelvo un año después, no encuentro ni casa, devorada por las zarzas!