domingo, 17 de junio de 2007

Rosas y más rosas


16 de Junio y lleva todo el día lloviendo. Lloviendo de invernizo, nada de tormentas como las pasadas semanas. Me faltaba por conocer un junio lluvioso y aquí está, para que un día se lo pueda contar a mis nietos. Lo siento por la cantidad de gente que tiene todo el forraje y la hierba segados. Quienes han empacado aún se salvan, aunque yo en su lugar estaría comiéndome por dentro. Nosotros tenemos encerrado todo lo segado en la nave. Queda por segar la hierba, habrá que esperar a que el tiempo se normalice.
Y en mi jardín lo siento por las rosas, que están en su apogeo, incluso los híbridos de té, que normalmente florecen más en Septiembre que en primavera. De hecho es el primer año que están tan esplendorosas. El agua de hoy las habrá fastidiado. Cuando llegan estas fechas me arrepiento de no tener plantados más rosales. Claro que cuando es la fecha de podarlos pienso que son suficientes. Lo que tengo claro es que si no existieran rosas habría que inventarlas, si inventar flores se pudiera! Porque las hay para todos los gustos y personas. Cada cual puede elegir la que más se adapte a su personalidad y temperamento. Los híbridos de té tienen flores hermosas, casi perfectas, pero me resultan frías, la personificación de la altivez. Las rosas antiguas, y las inglesas, resultan aristocráticas, parecen cercanas, pero te acercas a ellas con reverencia. Las silvestres de flores simples encarnan como ninguna la candidez infantil, son sencillas pero no menos hermosas.
A mí me encantan las rosas amarillas. Son la personificación del atrevimiento, y de la contradicción, cómo se puede ser rosa y no tener ni mota de ese color? Tengo grabado el recuerdo de un rosal amarillo que había en el jardín de la casa de una amiga de la infancia. No sé si seguirá allí. Pero en Ledesma hay uno, junto a una casa no habitada desde hace tiempo, de flores pequeñas agrupadas en racimos, cuya sola visión me impresiona.
Hace dos años arranqué unos tallos con raíz y los tengo en mi jardín. Los rosales más hermosos que conozco no suelen estar a la venta en los viveros, así que hay que aprovechar cuando se puede para coger unos tallos. Otro de los rosales más bonitos que tengo está ahí por casualidad. Planté un trepador Krysler Imperial, y al segundo año, un caballo, Nube, entró en mi jardín y no sólo se lo comió, además lo arrancó. Pero justo al año siguiente en el mismo sitio creció un rosal que nada tenía que ver con el anterior. He supuesto que quedaron raíces del Krysler, pero lógicamente del patrón sobre el que estaba injertado, y éste es el que ha crecido, pero tiene unas flores dobles, de un rosa muy tenue pero de un perfume exquisito, que han conseguido que le perdone a Nube el desaguisado que me montó. Es lo bonito de un jardín, que cada planta tiene su historia.

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