Con un poco de retraso llegó la primavera, lo que tardaron las aguas en caer.
El verde se desborda ahora en mil tonos distintos. No creo que haya ninguna paleta capaz de abarcarlos todos. Y se suceden los colores. Primero fue el marfil de las escobas blancas, hacía tiempo que no tenían una floración tan deslumbrante; luego el amarillo limón de la mostaza, este año ha sido poco importante, se las comió la hierba verde y sólo se han visto en las cunetas de las carreteras; ahora están en pleno apogeo las escobas amarillas, parecen trozos de sol desperdigados por el campo, contrastando vivamente con el violeta del cantueso. Y si uno alza los ojos se topa con la candela de las encinas, esta semana en todo su esplendor. Para mí uno de los mayores espectáculos que nos puede ofrecer la dehesa. Cada encina distinta. Con tantos matices que si una te admira, la otra más. En estas fechas apenas piso en casa, cualquier excusa es buena para dar vueltas por el campo, para subirse a una peña y admirar el paisaje.
La foto que encabeza el post es del año pasado, este año no tengo cámara, estoy a la espera de que mi hermana me pase unas fotos que realizó aquí el lunes, seguro que son estupendas y publicaré un montón.
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