Nada de particular, que en todo este tiempo sin escribir me han añadido un año más a mi cuenta privada, como todos los años por ahora.
El tiempo está inmejorable, lleva tiempo sin helar, llueve de vez en cuando, que nos debe de caer toda a nosotros, porque todo el mundo se queja de sequía y aquí corren los regatos por todas partes. Así que la hierba está creciendo, se la ve tirar día a día, hace una semana tuve que dar un corte con la segadora y en cuanto se asiente el tiempo le doy otro. Empecé podas drásticas, porque hay un montón de enredaderas y arbustos salidos de madre. Tengo que rematar la faena. Y también tengo que podar los rosales, tarea nada grata pero imprescindible.
Este año me propongo firmemente tener una huerta como Dios manda. De manera que ya empecé a cavarla. Me falta la mitad, y no es que sea muy grande, pero es una labor trabajosa, después de la cual se me quedan los riñones que ni los siento. Todo sea por comer una lechugas tan buenas como las de mi amiga Marisa, o unos pepinos y calabacines como no se encuentran en las tiendas. Empezaré poniendo unas doscientas cebollas, para tener casi para todo el año, y sembrando semilleros de lechugas. En fin, la semana que viene la tendré más o menos preparada.
Después de pasarme un montón de años suspirando por ellas, por fin tengo GALLINAS. Regalo de mi hijo y su novia. Una decena más un pollo. No me ha costado mucho acomodarlas. En una cuadra de los caballos con salida al patio, que he tenido que cerrar con malla gallinera para que la zorra no me las coma. Después de un mes han empezado a poner, ya he cogido tres pequeños huevos que nos han sabido a gloria, nada que ver con los comprados. Son de yema naranja y clara firme como los que yo comía toda la vida en casa de mi abuela. Se nos hace la boca agua pensar en los flanes y natillas que nos vamos a comer en cuanto empiecen a poner todas y nos sobren huevos. Ahora sí que me parece que vivo en el campo! Sólo me faltan los patos y las ocas. Lo de ordeñar una vaca lo dejo para otra vez.
El tiempo está inmejorable, lleva tiempo sin helar, llueve de vez en cuando, que nos debe de caer toda a nosotros, porque todo el mundo se queja de sequía y aquí corren los regatos por todas partes. Así que la hierba está creciendo, se la ve tirar día a día, hace una semana tuve que dar un corte con la segadora y en cuanto se asiente el tiempo le doy otro. Empecé podas drásticas, porque hay un montón de enredaderas y arbustos salidos de madre. Tengo que rematar la faena. Y también tengo que podar los rosales, tarea nada grata pero imprescindible.
Este año me propongo firmemente tener una huerta como Dios manda. De manera que ya empecé a cavarla. Me falta la mitad, y no es que sea muy grande, pero es una labor trabajosa, después de la cual se me quedan los riñones que ni los siento. Todo sea por comer una lechugas tan buenas como las de mi amiga Marisa, o unos pepinos y calabacines como no se encuentran en las tiendas. Empezaré poniendo unas doscientas cebollas, para tener casi para todo el año, y sembrando semilleros de lechugas. En fin, la semana que viene la tendré más o menos preparada.
Después de pasarme un montón de años suspirando por ellas, por fin tengo GALLINAS. Regalo de mi hijo y su novia. Una decena más un pollo. No me ha costado mucho acomodarlas. En una cuadra de los caballos con salida al patio, que he tenido que cerrar con malla gallinera para que la zorra no me las coma. Después de un mes han empezado a poner, ya he cogido tres pequeños huevos que nos han sabido a gloria, nada que ver con los comprados. Son de yema naranja y clara firme como los que yo comía toda la vida en casa de mi abuela. Se nos hace la boca agua pensar en los flanes y natillas que nos vamos a comer en cuanto empiecen a poner todas y nos sobren huevos. Ahora sí que me parece que vivo en el campo! Sólo me faltan los patos y las ocas. Lo de ordeñar una vaca lo dejo para otra vez.
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